La última función

Digno Señor:
Para ir al cine, y disfrutarlo como se debe, está la última función. Aquella a la que van cuatro gatos y ninguno come pop corn, ni se sienta detrás de ti a comentar lo evidente, ni suenan los celulares en esa manifestación de "mira qué importante soy, me llaman todo el día" -así sea que, en realidad, el Nextel te lo dio la compañía en que trabajas y te están llamando a putearte por un trabajo mediocremente realizado-. El cine pone en evidencia los comportamientos más egoístas de la zoociedad (como bien leí en algún blog) de consumo. Ya no es un espacio colectivo en que se respeta al resto con un silencio educado. Y los martes populares, ni que se diga, colmado de oficinistas y colegiales que, lejos de interesarse en la sinopsis, prefieren interesarse en la lengua de su ocasional acompañante. No jodan pues. Más respeto por Pepe Ludmir, por el script, por el espacio público, y por los cinéfilos que no tenemos con quién cuchichear ni bocas ajenas que hurgar. Nos vemos en el cine (pero en la última función, ya sabe).
Quedo de Ud.

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