Érase una voz

El mundo de los invidentes es otro después de Jaws, el programa de computadora que les permite zambullirse en el mundo de la computación e incluso acceder a Internet como cualquier persona. Angie Marín y un grupo de amigos decidieron traer al Perú este recurso y fundar un proyecto integral de capacitación para gente como ellos, que buscan un futuro más justo y menos discriminante. En su segundo año de funcionamiento, el primer Ciber Café para ciegos se viene convirtiendo en una singular experiencia.

Angie Marín se enteró de un programa informático mediante el cual podía utilizar la computadora sin las limitaciones propias de quien no puede ver. Se lo presentó un amigo también invidente y ella, de inmediato, imaginó que eso podría representar un cambio radical en el estilo de vida de los ciegos peruanos. Con ese software podía, incluso, entrar a Internet, un mundo desconocido del que sólo había escuchado inquietantes referencias.

Sus primeras exploraciones en el ciberespacio las hizo desde un servidor dotado de este software en la Biblioteca Municipal de San Borja, distrito donde ella vive. Prendía el CPU de la computadora por sus propios medios y una voz seca la iba guiando por esa galaxia de cosas nuevas e intangibles. Entraba a la página web El Comercio, a buscar noticias, a revisar su correo. El inicio fue frustrante, era demasiado complicado. Imagine ahora estar frente al monitor, no poder verlo y que una voz molesta le lea absolutamente todo el contenido de la pantalla (incluyendo continuos “espacio en blanco”, “gráfico ininteligible”, cuando no haya texto). Con las semanas aprendió a lidiar con su ansiedad y ahora esa voz mecánica le suena casi a susurro vital y tierno del que dependen, como ella, más de medio millón de ciegos peruanos.

Y se hizo la voz

El mito de la creación: Dios dice “hágase la luz en las tinieblas”, y así se hace. 1987 años más tarde, Tod Henter, un ingeniero estadounidense que perdió la vista en un accidente automovilístico casi diez años antes, quiso reeditar la creación, pero ahora a través de un programa que permita a personas con su discapacidad explotar las maravillas de la informática. Así pues, luego de trabajar algunos años en ese proyecto, dijo un día “hágase la voz en las tinieblas”, y nació Jaws, el software que lee la información que aparece en las pantallas de cualquier computadora, como se describe en la página electrónica de Freedom Scientific, la compañía hacedora de este producto, cuyo costo es de casi mil dólares.

A pesar de nacer ciega, Angie demuestra más visión que cualquiera que sí goce de esa aptitud. Estudió la secundaria en el colegio “Héctor de Cárdenas”, un centro de estudios regular no especializado en alumnos con discapacidad. No obstante, estar en igualdad de condiciones con gente sin ningún impedimento físico le permitió hacerse de una personalidad envidiable. Participaba de los concursos de música tocando el piano y se graduó en 1993 sin ningún problema. Antes de que Angie pueda descubrirlo, pasó sus años universitarios en la Ricardo Palma como alumna de Traducción, mandando a tipear sus trabajos y luego, cuando llegó la computadora a su casa, tanteando el teclado y pidiendo luego que alguien corrija sus textos. “Era muy complicado y limitante”.

En el 2002, fue becaria de una institución japonesa para llevar en ese país asiático el curso “Liderazgo para personas con discapacidad”. El proceso de selección requería de un joven peruano que destaque por sus aportes a la comunidad y ella resultó ganadora; “imagínate, pues”, dice sonriendo. Y siguieron los reconocimientos en paralelo al rubor que sigue dibujando en su cara, incapaz de ocultar una envidiable e inmensa satisfacción. Hace poco recibió la llamada del sociólogo Sandro Venturo: Le dijo que había sido elegida con otros 11 jóvenes peruanos destacados para hacer un reportaje sobre sus logros en una serie que iba a lanzar el Consejo Nacional de la Juventud. Mientras se emitía el reportaje por la tele, el 23 de setiembre de este año Angie era distinguida en el Congreso de la República con el premio “Juventud Líder”, creado por la Comsión de Deporte y Juventud para resaltar la labor de jóvenes promisorios en distintos campos. Angie subió al estrado impecablemente vestida y acompañada, otra vez, del clásico rubor en las mejillas y el orgullo irreprochable de sus padres, aplaudiéndola desde las galerías de la sede del hemiciclo Porras Barrenechea. Ahora acude tres veces por semana al Ciber Café compartiendo su tiempo de profesora en el Centro de Rehabilitación del Ciego Limitado (CERCIL).

Esa inquietud de hacer algo por alguien la llevó hace dos años a contactarse con Beatriz Correa y Lucio Suárez, amigos de algún tiempo atrás, para presentar juntos un proyecto al Banco Mundial que les permita esparcir entre sus pares los conocimientos que habían adquirido, sin que esto les implique tener que costear por cuenta propia los caros programas. Así fue que ganaron financiación por un año para llevar a cabo el primer Ciber Café para invidentes del Perú, que inicialmente se orientaba sólo a jóvenes, por exigencias del concurso ganado, pero la expectativa del público de otras edades rebasó todos los cálculos. El saldo fue de 212 personas capacitadas por ellos tres, en varios cursos que duran 12 sesiones de dos horas cada una y que van desde “Introducción a la computación” hasta otros más avanzados como “Excel”. “El 90% de las personas que llegaban a nosotros nunca habían estado frente a una computadora”, comenta Lucio.

Reiniciando el Sistema

Acabada la primera etapa, Intel, la compañía fabricante de microchips y procesadores, los contactó de inmediato, interesada en auspiciar una segunda fase. La casa que les han proporcionado queda a poca distancia de donde operó la primera experiencia. Pasa desapercibida por la calle Fray Luis de León donde se ubica, en el tranquilo distrito de San Borja. No hay afuera ninguna señal que informe del lugar. Sólo se llega por referencias.

Al ingresar, un espacioso e iluminado recibo, decorado con pancartas de la empresa auspiciadora, distribuye los ambientes. Al lado izquierdo está lo que podría ser la “oficina” y, subiendo las escaleras, algunos cuartos con computadoras. En uno de ellos está Sheyla, sola frente a un monitor apagado. La habitación es pequeña y sólo una ventana minúscula permite ingresar un halo de luz. Las cortinas permanecen cerradas todo el día. Un parlante negro encima del módulo de computación empieza a dictar con rapidez una serie de comandos: “Blanco, descargar archivo, blanco, algunos archivos pueden dañar su equipo, blanco, blanco, botón de activar, descargar archivo adjunto, tiene un nuevo mensaje en su bandeja de entrada: Asunto, dos puntos, celular”. Sheyla sonríe. El parlante sigue a ritmo apurado con una voz densa y metálica: “Te mando mi nuevo número de celular”.

Llega al salón Angie con una sonrisa. Vestida de color café y acompañada de Jacky, otra alumna que ya goza de algunos conocimientos de Internet y que está dispuesta a mostrar los beneficios del “Home Page Reader”, un programa análogo al Jaws, de menor precio (alrededor de 250 dólares) y más amigable formato, pero hecho exclusivamente para Internet. “La diferencia –explica sentada frente al monitor sin encender- es que hay distintas voces: una aguda para los enlaces, otra más grave para el texto solo y así por el estilo”. Digita en el buscador las palabras “Perú” y “culturas” y se dispone a escuchar una descripción sobre los Mochica. Angie, en una silla contigua, sonríe y asiente mientras también asiste al recorrido virtual que el narrador convoca.

Lucio, vinculado al tema tecnológico desde 1996 y con capacitaciones en el extranjero, pide a Jacky bajar a la “oficina” para empezar con el curso. “Ahora estoy aprendiendo a usar Internet por medio del Jaws”. Tiene 22 años y también se prepara en el INICTEL, en un curso de teleoperadora que, complementado a los conocimientos de Internet y computación que viene adquiriendo, harán de ella una trabajadora muy competente. “También quiero aprender inglés”. Demuestra inmensas ganas por conocer de todo y esa inmensa sonrisa que es parte natural de su rostro.

Se instala en la computadora del primer piso luego de tomar su pastilla de las cuatro en punto. Se la nota emocionada. Lucio, su profesor, advierte que ésta será una clase informal: “Aquí no hay pizarra”. Ambos sonríen, aunque ella nunca dejó de hacerlo, valgan verdades. “Quiero que empieces desde el principio -le pide Lucio- recorre y reconoce la información que ofrece esa página”. Le va dictando, en paralelo, una serie de comandos para facilitar ciertas funciones del programa. Jacky, sin que pase un segundo, coge su pequeña grabadora negra y repite con seriedad inusitada lo que acaba de escuchar. El profesor asiente luego de cada repetición. Suena el teléfono, una profesora de una niña invidente pide información sobre los programas. “Aquí no los vendemos, pero le puedo ofrecer el contacto”, contesta Lucio con amabilidad mientras Jacky mueve las manos con impaciencia sobre el teclado. Está esperando más instrucciones para grabarlas en el cassette que luego escuchará y estudiará hasta aprender de memoria. Lucio, de camisa granate y pantalón y zapatos marrones, le pide que realice algunas acciones a modo de ejercicio y Jacky las cumple a pie juntillas presionando directamente y con alucinante seguridad las teclas que corresponden. No se equivoca. Sigue sonriendo.

“Ahora la idea es generar proyectos que involucren el uso de las computadoras y que tengan una aplicación concreta en un negocio que les pueda redituar la inversión que hacen para capacitarse”, inquiere Lucio, mientras comenta del último libro que está leyendo: “El Código da Vinci”, de Dan Brown. A propósito, también Angie nos ha comentado de una biblioteca virtual argentina que permite leer ciertos volúmenes clásicos con sólo inscribirse. Jacky escucha la conversación desde su posición y piensa ansiosa que pronto podrá también leer esas novelas de que tanto oyó mentar. Vuelve a sonar el teléfono, Lucio comenta con una amiga que ya recibió el correo que esperaba, “estaba entre el montón de correo basura: esos reenvíos que dicen ‘importante’ y no sirven para nada”, concluye dibujando un gesto de fastidio. “Hay una creencia de que los discapacitados debemos vivir de la subvención, lo que nosotros queremos es que las empresas se den cuenta de que aquí hay personas capacitadas que pueden desempeñar trabajos eficientemente”.

Aunque la afluencia del público ha bajado en relación a la primera etapa, ellos confían en revertir esta situación publicitando más el proyecto, “incluso vamos a ofrecer servicios de masajes, porque este local es amplio y puede servir para más cosas”, cuenta Angie parada sobre la espaciosa e iluminada sala donde penden de un armazón metálico dos letreros que dicen “Discapacidad y Competitividad”.

Son las cinco en punto y suena el timbre. Han venido a recoger a Sheyla, que se resigna a apagar la máquina luego de haberse comunicado, por casi una hora, con sus amigos a través del messenger. Angie y Lucio se despiden con la convicción de que lo que hacen va dando frutos. Suena la musiquita de despedida: “Ahora puede apagar el ordenador”, dice esa voz seca y mecánica, que de pronto se convierte en ese susurro que los ciegos esperan seguir escuchando.

5 comentarios:

.: MeLi :. dijo...

Buena tu página, pero mal q m hayas destronado del 1er lugar de los actualizados en el blogger... Grrr...

geek dijo...

No hay que gastar dinero para tener software amigable para discapacitados, en Linux podemos encontrar que los 2 entornos graficos mas usados traen caracteristicas avanzadas de accesibilidad, pueden dar una ojeada a:

The KDE Accessibility Project:
http://accessibility.kde.org/

The Gnome Accessibility Project:
http://developer.gnome.org/projects/gap/

Saludos

Maskus dijo...

Estimado Julio, alias: Cesar Mateus

Como ya antes te dije, tu pagina me parece muy pero muy chevere y cada vez que puedo me doy una vuelta por aca.

Pero en esta ocasion queria darte una sugerencia tambien. Creo que podrias cambiar el layout por uno que no canse tanto la vista. Lei el ultimo articulo que pusiste y esta muy bueno, pero sali con un dolor de cabeza terrible por el contraste de colores.

Prueba con otro fondo que haga la lectura mas agradable, tal vez solo soy yo, pero es mi humilde opinion. Cuidate.

The Maskus
www.maskusplanet.com/blog

Julio César Mateus dijo...

Someteré ese pedido a la consideración del público: veremos si alguno más se manifiesta en ese sentido...
Saludos, Julio C.

Anónimo dijo...

Esos dolores de cabeza se alivian con una correcta iluminación y unos lentes. sería bueno que se compren un protector de pantalla. (S/. 15.00).
además esas pequeñeses no importan. muy buena ciberpluma amigo mio.
Martin S.