Periodismo feudal en un Perú global


Que el sistema informacional de hoy ha evolucionado, producto (o víctima) de la globalización, no cabe la menor duda. Pero qué tanto, o de qué modo, lo hizo en el Perú, es algo que admite opiniones.

Para empezar, aún suena difícil hablar en nuestro medio de una industria periodística. Lo más cercano que tenemos a tal cosa vendría a ser la billetera de Genaro Delgado Parker, dueño y señor de las comunicaciones en el Perú. Y es que de industrial, nuestro periodismo no tiene casi nada. Tendrá quizá cierta tecnología, pero a nivel de calidad, contenidos, o producción, como diría Vallejo, “hay hermanos mucho que hacer”.

Fuera de honrosas y contadas excepciones, no contamos con grupos periodísticos sólidos, plurales e independientes. Hay aún una visión mafiosa en las comunicaciones, llena de lobbies, medios que aparecen y desaparecen, y asociaciones nuevas con nombres importantes que son más vigilantes de ciertos bolsillos que de intereses de los ciudadanos.

Fue por eso precisamente que la obsecuencia se convirtió en la mejor línea periodística los años del decenio fujimorista. De haber sido industria en serio, la corrupción no se hubiera instalado de la manera tan sistematizada y fácil como lo hizo. Eso lo saben los políticos, pero saben también que más réditos les da una primera plana que dotar al país de una ley de comunicaciones seria, que nos permita a todos, haciendo un ejercicio democrático, participar de los medios sin dejarnos seducir por la fácil excusa “el verdadero poder de decisión está en el control remoto”.

Que el papel del periodista ya no es el mismo después de las últimas olas tecnológicas, es verdad. Pero no tanto como dice Ramonet, en el sentido de haberse convertido éste en un mero enunciador de sucesos actuales. En el Perú, aún el periodista mantiene su metro cuadrado de poder (y ni que se diga del poder del dueño de un medio). Tiene su estatus (inventado, pero lo tiene). Aún podemos ver en nuestra programación local un programa intitulado “Cuarto Poder” mientras que en otros países eso sonaría a programa cómico. Y es que el rol fiscalizador del periodismo es inevitable, para bien; pero el de juez nadie se lo ha concedido. Aún en el Perú se mancillan las honras por vía satélite y se ofende por fly away sin que importe demasiado.

Evolución no. Involución, más bien, es lo que ha experimentado nuestro mercado minorista informativo. Aquí las noticias no son tan superabundantes como refieren ciertos autores que son en otras partes. Aquí la agenda setting aún pernocta holgada y a la espera de un escándalo político, que es de lo único de que se puede nutrir (con excepción de que Cienciano gane otra copa internacional, cosa que, por lo demás, sucede una vez cada 100 años).

Involución también porque el concepto de “informar” que manejan nuestros medios, lejos de “hacer asistir (al consumidor de los medios) a un acontecimiento” (Ramonet dixit) parece ser el de “chismear la volada que escuchó el primo de mi novia”. Nuestro mercado minorista periodístico también prefiere lo amateur. Lo defiende y lo auspicia. Se prefiere el raje antes que la investigación profunda que aburre. Por eso se ha “amagazinado” la política y los políticos casi visten lentejuelas.

Qué diría Ramonet si se entera de que el triángulo teórico del periodismo (acontecimiento-periodista intermediario-ciudadano) que creía muerto, andaba de parranda. Pero con una ligera adaptación criolla. No es el periodista peruano el “cristal transparente” que informa, sino la luna polarizada (y con vaho, si es posible) que distorsiona. Y así lo prefiere el consumidor.

El ciudadano peruano (si acaso es posible tal paradoja) no quiere informarse solo. Prefiere la información en mamadera, entibiada y con harta azúcar, y mejor si la consigue a cincuenta céntimos (y con una calata en la portada). Y es que no sólo involucionó la oferta de nuestro mercado, sino también el público consumidor, como es lógico.

El mercado informacional sí ha cambiado. La información es hoy mercancía que se rige por la oferta y la demanda, no hay duda. Pero hay que prender la tele para ver a Xavier Barrón bailando con una vedette, abrir el diario de a china y escuchar a Fujimori hablando por la radio, para ver cuántos años retrocedimos.

2 comentarios:

zaratustra dijo...

La pura verdad como dirian por alli. Y claro por osmosis esa banalidad y obsecuencia de la que hablas tiene su reflejo en loque vemos escrito por alli. Si el periodismo fuera periodismo de verdad otra seria la historia. Muy preciso y exacto tu articulo. Se disfruta leer a alguien que no habla a media voz.
Saludos
Zarita

Rosalva dijo...

Muy bien, el periodismo que se practica aqui es el del chisme y el escandalo, unos con mayor o menor dosis, pero es asi; da pena ver a estos periodistas pelearse por su parcela cada vez que se les toca... ni que decir de la irresponsabilidad de quiens usan cualquier medio para dar a conocer la noticia del dia, nada de investigacion, no hay seriedad ni etica. Da gusto saber que hay gente tan bien centrada en este tema.
Saludos
ROSA